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Commentary
La Nación Online

Ofensiva iraní en Latinoamérica

Irán realiza grandes esfuerzos para establecer vanguardias en Latinoamérica y el Caribe. La importancia que la teocracia islámica atribuye a esta tarea se aprecia en los recursos financieros que le asigna. Las cantidades – las conocidas– comprenden $2.000 millones, junto con Venezuela, para financiar "proyectos sociales" en la región, $1.100 millones para ayudar a Bolivia a desarrollar su sector de hidrocarburos, y $1.000 millones a Nicaragua para infraestructura hidroeléctrica y portuaria, entre otras cosas. La prioridad también se refleja en los tres viajes del presidente Ahmadinejad a varios países del área en años recientes, siempre con Venezuela como punta de lanza, así como numerosas visitas del Canciller y otros altos funcionarios, incluyendo –notablemente– sus cuerpos de seguridad e inteligencia.

La pregunta lógica e inquietante es qué justifica semejante despliegue en una región geográficamente tan alejada de Irán. Esa es la pregunta que se hacen incluso en Teherán, donde han surgido críticas al no ver ningún sentido económico en gastar sumas tan cuantiosas en estas naciones con las que el comercio es insignificante. Sería bueno que los países latinoamericanos empiecen a hacerse esa pregunta también, antes de que sea demasiado tarde, dados los antecedentes y conducta del régimen de Teherán.

Terrorismo. Un aspecto de esta avanzada ha sido la de incursionar en la tradicional esfera estadounidense. No en vano, Hugo Chávez ha actuado como Celestina en los desvelos iraníes de penetración en la zona. Las visitas de Ahmadinejad han sido a países bajo la influencia del venezolano: Bolivia, Ecuador y Nicaragua; además de Venezuela y, claro, Cuba. De la mano de Chávez, el régimen iraní ha logrado abrirse puertas, e incluso obtenido algunos apoyos diplomáticos en su carrera por obtener armas nucleares.

Sin embargo, los nexos con los ayatolas no pertenecen a la usual práctica diplomática. Conllevan, para empezar, relaciones con reconocidos grupos terroristas. Esta dinámica es inherente a la ideología expansiva y violenta del jomeinismo que inspira a la República Islámica. En este sentido hay que recordar que Irán está calificado como "el más activo patrocinador estatal del terrorismo", como reportaron recientemente la BBC y organismos oficiales occidentales.

Así, a raíz de los lazos de Chávez con Irán, abrieron oficinas en Caracas las agrupaciones terroristas Hizbolá y Hamás, las cuales Teherán respalda con fondos, logística y armas. Por su parte, en Bolivia, misioneros chiitas construyen mezquitas y realizan tareas de proselitismo entre los indígenas.

Recientemente, el diario Los Angeles Times informó que funcionarios occidentales temen que Hizbolá "esté usando Venezuela como base para sus operaciones". Un oficial ligado a la lucha antiterrorista dijo al L. A. Times que la relación de Venezuela con Irán está "convirtiéndose en una asociación estratégica".

No hay que olvidar que Hizbolá ya causó no uno, sino dos atroces atentados terroristas en la región, ambos en Buenos Aires, Argentina. El primero fue la explosión de una bomba en la Embajada de Israel que mató 29 personas e hirió a 242, en 1992. Dos años después, colocaron una bomba en el edificio de la comunidad judía en esa ciudad, causando 86 muertes y 300 personas heridas. Las investigaciones de ambos atentados tomaron tiempo, pero sus resultados fueron muy claros. El reporte oficial de las autoridades argentinas, del 25 de octubre de 2006, confirmó la responsabilidad directa de Irán y Hizbolá en ambos atentados.

Y ahora, cabe preguntarse, ¿qué tramará este fatídico consorcio para la eventualidad de un conflicto armado de Irán con Estados Unidos o Israel? ¿Será esta la razón de fondo en la estrategia iraní en Latinoamérica?

Narcoterrorismo. Además del historial violento, autoridades policiales y el Departamento del Tesoro norteamericano han documentado ampliamente que terroristas de Hizbolá han encontrado aliados y recaudan fondos en la zona de la Triple Frontera, que une a Brasil, Argentina y Paraguay, así como en Isla Margarita, en Venezuela.

También han confirmado las relaciones activas de Hizbolá con el tráfico de drogas y el lavado de dólares en varios países de la región, como mostró la desarticulación en agosto pasado, en Colombia, de un grupo compuesto por operativos de Hizbolá y un cartel colombiano de narcotraficantes, que le había generado cientos de millones de dólares a Hizbolá para financiar sus actividades terroristas. Valga señalar que Hizbolá mantiene una lucrativa distribución de drogas en Levante y que se nutre parcialmente en Afganistán. Y Venezuela, como dijo un antiguo guerrillero colombiano, es hoy "el templo de la droga".

Es indudable que todo este trasfondo del terrorismo fusionado con el narcotráfico que extiende sus tentáculos en nuestros países, incrementa significativamente el riesgo para la seguridad de la zona. No deja de resultar sorprendente, por ejemplo, que la embajada de Irán en Managua sea una de las más grandes en ese país, exagerada a la luz de la aparentemente exigua relación bilateral. Sin duda, de las incontables acciones reprochables de Hugo Chávez, el abrir las puertas del hemisferio a Irán y su cortejo terrorista es la más irresponsable y grave de todas.