Cada vez que Nicolás Maduro se planta ante las cámaras de televisión para insultar a Obama y los "fachistas" de Miami que lo adversan, o para hacer chistecitos pueriles con un pájaro plástico de color amarillo montado sobre su cabeza, la ciudadanía pensante de Venezuela y otras naciones se pregunta sobre el propósito de un guion tan malo y tan largo.
Después de su deslucida campaña para la presidencia, y la mayoritaria convicción de que fracasó en las urnas, Maduro sigue empeñado en imitar a su difunto patrón. Aquellos que ordenan lo que tiene que decir y hacer lo han convencido de que es la mejor técnica para amparar el fraude de su triste victoria.
Desde luego, todo el montaje chavista ya huele mal, es como el preludio de una muerte anunciada. En este preludio hay que incluir la declaración del vocero del Consejo Nacional Electoral (CNE) sobre el carácter irreversible del milimétrico triunfo.
No podríamos dejar de señalar que el CNE está controlado por chavistas, al igual que la Asamblea Nacional, la Corte Suprema, el Ejército y la Policía. Asimismo, gobiernos latinoamericanos y la Organización de Estados Americanos (OEA) también se precipitaron a reconocer la victoria de Maduro. Fue un salto precipitado porque el resultado ya había sido impugnado y algún tipo de recuento estaba ordenado por las autoridades.
Dicha auditoría será electrónica y parcial porque en muchas mesas no hay boletas materiales sino solo resultados electrónicos. Sumemos a este panorama una larga lista de irregularidades denunciadas y documentadas por la opositora Mesa de Unidad Democrática (MUD). Y no se trata de liviandades: miles de máquinas de votación descompuestas, centenares de miles de muertos incluidos en el padrón electoral, y la expulsión del proceso contra 300 observadores electorales de filas oposicionistas. Tampoco podía faltar una serie de amenazas y ataques contra Henrique Capriles, el postulante presidencial del MUD, y muchos otros candidatos y oficiales opositores.
Es claro que hay gato escondido en esta supuesta auditoría, empezando por la parodia de inauguración presidencial de Maduro. Es extraño que pendiente aún una elección sujeta a recuentos o auditorías, además de una acción de inconstitucionalidad planteada por Capriles ante la Corte Suprema, coronen sin más a Maduro. Podemos adivinar fácilmente el eventual pronunciamiento de estos tribunales.
Sin embargo, mirando también hacia un futuro de dilaciones judiciales y administrativas, debemos anticipar que Maduro continuará en el cargo. En esta eventualidad, el presidente del entretanto enfrentará crecientes presiones de rivales poderosos que también ambicionan la presidencia. Es más que conocido el estado de fluidez y posible inestabilidad surgidos a raíz del fallecimiento de Chávez. Es una atmósfera cargada que Chávez mantenía ahogada, pero, ahora, otra es la jugada.
No hay duda de que el mayor reto a la precaria presidencia madurista podría provenir de Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional y antiguo oficial militar quien goza de inmensa influencia en las Fuerzas Armadas. A él le corresponde armonizar las relaciones del Ejército con duros competidores como son las Milicias Bolivarianas, conjunto nominalmente civil de decenas de miles de combatientes fuertemente armados. De igual manera, están las pandillas callejeras de los barrios marginados, masas también armadas y conocidas por su fidelidad a Chávez. ¿Se transformarán en fichas de Cabello?
Debemos añadir que estas fuerzas civiles mantienen una creciente rivalidad con el Ejército, al que critican por las fortunas acumuladas por una serie de generales de cúpula enriquecidos por el narcotráfico. Señalemos asimismo que algunos de estos generales han sido designados por el Departamento del Tesoro estadounidense como "kingpins" debido a su vinculación con las narcoguerrillas de Colombia.
La corrupción endémica del régimen chavista, desarrollada en gran parte por los vínculos con el narcotráfico, ha tornado a Venezuela en un centro vital del imperio mundial de la cocaína. Se estima que en el 2010 una cuarta parte de la cocaína suramericana fue canalizada al exterior a través de Venezuela. Y esto ha crecido desde entonces. En esta esparcida red figuran los generales con fortunas mal habidas. Toda esta mescolanza de droga y millones de dólares tiene una capacidad explosiva que podría sacudir el precario trono de Maduro. Por ahora, Cabello es el gran componedor aunque con igual maestría podría captarlos para su propio diseño de Jefe de Estado.
Otra pata floja en la presidencia interina de Maduro es la colosal ayuda a Cuba, la cual molesta a un sector importante de las fuerzas armadas, tanto las militares como civiles. No obstante, Cuba mantiene una vasta presencia en todos los centros de poder en Venezuela, sobre todo en el ejército y el Gobierno. Y conviene recordar que La Habana tiene también su hombre en Caracas: Maduro.
Los Castro, sobre todo Fidel, manejan la imagen del presidente interino, su seguridad personal y algunos analistas serios le atribuyen a los cubanos la potestad de poner y liquidar a su hombre en Caracas. Sumemos a este trasfondo el muy palpable deterioro económico de Venezuela que golpea inmisericorde a la clase media, los asalariados y los pobres. Y esta ficha es una poderosísima candela de dinamita. Con todo, no olvidemos que lo más importante en este acertijo es si Maduro sabe de lo que se trata y está en juego.