China devino en la última década en un factor fundamental para la evolución económica de Latinoamérica y el Caribe (LAC). Esta relación ha posibilitado diversificar los mercados para las exportaciones y originar nuevas inversiones en nuestros países.
Por una parte, esta vinculación fue un elemento central para enfrentar mejor la crisis financiera mundial de 2009, ya que China se vio poco afectada y su fuerte demanda compensó la debilidad de otros mercados. No obstante, la mayor relación con el gigante asiático también ha perfilado otra potencial vía de contagio para nuestros países consistente en que el mercado chino perdiera dinamismo.
Ninguna economía, recordemos, puede crecer a tasas anuales tan elevadas (9%) de manera indefinida y China no escapa a esa limitación, como alertan cada vez más los expertos. Además, China tampoco eludiría los efectos negativos de un potencial desastre en la zona euro, a cuyos problemas financieros se suman ahora reveses políticos severos, ni a la relativa debilidad de la economía estadounidense y su posible impacto electoral.
Esto quedó en evidencia con la crisis de los mercados financieros, la semana última, generada por el desaliento económico global. También cabe destacar que lo que para China podría ser incluso una ligera desaceleración, porque seguirá creciendo a tasas significativas, tendría efectos mucho más graves sobre nuestros países. Por eso, recientes recomendaciones de entidades centrales como el Fondo Monetario Internacional (FMI), van en la dirección de recomponer los márgenes de maniobra para la aplicación de políticas económicas, en preparación para eventuales complicaciones internacionales.
Así, el FMI señala que las economías más integradas a mercados financieros y que han venido creciendo significativamente, como Brasil, Chile, Colombia, Perú y Uruguay, deberán redoblar esfuerzos fiscales, a fin de tener más flexibilidad en su política monetaria. Otras menos integradas pero que son grandes exportadores de materias primas, como Argentina y Bolivia, deberían reducir el sobrecalentamiento que generan sus políticas productivas procíclicas. Para Centroamérica, por su parte, recomienda reducir los niveles de endeudamiento (en relación con el PIB), para regresar a los existentes antes de la crisis.
Creciente influencia de China. Por donde se mire, esas medidas preparatorias deben tomar en cuenta lo que suceda en China, que es la economía cuya influencia en LAC ha crecido más rápido en la última década. Ya sea por la vía del comercio, los flujos de inversión directa o los recursos de financiamiento para proyectos productivos, las cifras son contundentes en cuanto a su penetración e influencia.
LAC se ha convertido en un proveedor de materias primas crítico para la segunda economía del planeta. Estas representan 92% de las exportaciones regionales a China, absorben 85% de la inversión directa proveniente de ese país y 60% del financiamiento chino orientado a esta parte del mundo. No en vano las exportaciones, importaciones, inversiones y créditos vinculados a China crecieron exponencialmente en la última década, alcanzando un total de 300 mil millones de dólares solo en el año 2010.
Sin embargo, entre los bemoles de esta vinculación debe señalarse que LAC enfrenta un creciente déficit comercial con China. Este se duplicó entre la primera y segunda mitades de la década anterior (de 0,4% a 0,8% del PIB), siendo Costa Rica uno de los pocos países que logra una balanza comercial favorable.
Un segundo problema es que esa creciente vinculación es positiva en años prósperos para China, pero también implica más riesgo cuando ésta desacelera. Y eso, precisamente, ya ocurre. Así, se estima que el crecimiento de China bajará de 9,2% a 8% del PIB entre 2011 y 2012. El problema es que esa disminución, estima la calificadora internacional FITCH en un reciente estudio, acarrearía una merma de un punto y medio (1,5%) en el crecimiento promedio de las siete mayores economías exportadoras de materias primas de LAC. Además, la desaceleración china provocaría una caída de hasta 13% en los precios de las mercancías, lo que podría causar reducciones en exportaciones e ingresos fiscales que ascenderían hasta un 8% del PIB en países exportadores de petróleo como Venezuela y Ecuador. Como se ve, en todos los casos el impacto sería aún mayor en los países de LAC que en la propia China.
Diversificar riesgos. Como se sabe, el comercio con China está altamente concentrado, pues cinco países, entre ellos Costa Rica, acumulan 80% de las exportaciones totales de LAC al gigante asiático. Además, en tanto China ve en la región una proveedora crítica de insumos para lograr su transición hacia industrias tecnificadas y de creciente valor agregado, muchos de nuestros países se sienten cómodos en una situación en la que resulta simple y atractivo continuar exportando productos primarios, gracias a una coyuntura de altos precios que, como señala el FMI, podría desvanecerse.
El gran riesgo es que el efecto China lleve a algunos países, sin una clara visión de desarrollo, a continuar anclados como meros productores de materias primas, más vulnerables a los embates externos. En este sentido, FITCH destaca positivamente el caso de Costa Rica, porque exporta a China una elevada proporción de productos de alto contenido tecnológico e importa productos con menos valor agregado. Aunque esto no reduce nuestra vulnerabilidad, pues las exportaciones a ese mercado alcanzan 3,6% de nuestro PIB, sí implica una vinculación comercial más inteligente.
Pero la mayoría de nuestros países no ha aprovechado este periodo favorable, señala FITCH, para emprender tareas estructurales en competitividad, tales como las debilidades en educación e infraestructura, reformas institucionales para el clima de inversión y gobernanza, y la diversificación del aparato productivo en general.
Sería una lástima que el "efecto China" lleve a los países de la región a la complacencia y a descuidar las tareas pendientes de la estabilidad, la competitividad y el crecimiento, convirtiéndose en otra gran oportunidad perdida. LAC está a tiempo de evitar ese error, pero no puede esperar indefinidamente.