Con un monto global cercano a los $450.000 millones, las remesas financieras constituyen un salvavidas para millones de familias pobres alrededor del mundo, que dependen de las transferencias para cubrir sus necesidades básicas. Dado su peso en Latinoamérica y el Caribe (LAC), y particularmente en Centroamérica, resultan cruciales para el bienestar de innumerables familias e incluso para la estabilidad económica de los países receptores.
Sin embargo, las remesas con-llevan también una particular vulnerabilidad ante las crisis económicas en los países más desarrollados. El creciente desempleo y el conexo menor crecimiento económico en estas naciones, suelen anular o disminuir severamente la capacidad de los inmigrantes para enviar remesas a sus familias. Esto impacta desproporcionadamente a sectores vulnerables y con escasa capacidad para sustituir ese ingreso.
Alta vulnerabilidad. Dicha dinámica pone de manifiesto una de las formas en que la actual crisis del euro puede afectar a LAC. De hecho, la crisis financiera global tuvo entre sus múltiples impactos una fuerte caída en las remesas, las cuales aún no se han recuperado satisfactoriamente. Según el reciente informe del Banco Mundial, "Perspectivas de los flujos de remesas 2012-14", las remesas a Latinoamérica y el Caribe alcanzaron $61.000 millones en el 2011, lo que refleja un crecimiento del 7%, aún muy por debajo del nivel previo a la crisis ($64.000 millones en el 2008). La región ha sido, junto con Asia central, una de las más afectadas, lo cual demuestra el grado de vulnerabilidad al que están expuestas millones de personas en la actual coyuntura de alta interdependencia e inestabilidad internacional.
Latinoamérica y el Caribe, como región receptora neta de remesas, ha tenido sus propios canales de contagio en estos años, con diferencias entre subregiones. El 80% de todas sus remesas provienen de los Estados Unidos. Así, la recuperación a la que se refiere el Banco Mundial se explica por un leve repunte en el empleo de los inmigrantes en ese país, mayor al de los propios estadounidenses, en actividades poco calificadas como la construcción, la manufactura y el comercio. Esto ha beneficiado principalmente a México y Centroamérica.
La segunda fuente de remesas es Europa (11%), y en particular España que hospeda uno de cada diez inmigrantes de nuestra región. Esto afecta más a países como Ecuador, Perú, Argentina y Colombia, en especial por la caída de la construcción. De hecho, se plantea que una de las razones por las que en el 2011 las remesas desde España se mantuvieron fuertes fue porque los trabajadores inmigrantes podrían estar preparando su retorno a la región y, por ende, recortando sus gastos presentes.
El Banco Mundial proyecta un crecimiento anual de las remesas a la región cercano al 8% para los próximos tres años, cifra muy similar al pronóstico para la totalidad de países en desarrollo. No en vano, Latinoamérica comparte también con otras regiones receptoras las preocupaciones acerca de la lenta recuperación de la economía estadounidense, cuyos indicadores de empleo y actividad para este año continuarán bajos.
Asimismo, la crisis del Euro arroja los primeros pronósticos de recesión. Según anunció la OCDE a finales del 2011, el crecimiento de Europa para el presente año sería prácticamente nulo (0,2%) pues continúan sin despejarse las principales interrogantes. Peor aún, la calificadora Standard & Poor's acaba de bajar la calificación de la deuda de nueve países, lo cual encarecerá los recursos y refuerza la tendencia recesiva para la región. En España el nivel de paro llegará al 23% este 2012, acumulando cinco años consecutivos de destrucción de fuentes de empleos.
A estos problemas se unen las políticas migratorias restrictivas tanto en Estados Unidos como en la Comunidad Europea, donde se penaliza a empresarios que recluten trabajadores en condiciones migratorias irregulares. Todo eso podría ensombrecer el ya desfavorable panorama de millones de trabajadores inmigrantes en los principales centros económicos del planeta, con el consecuente impacto para sus familias y nuestros países.
Desenlace alternativo. Hacer bien la tarea del desarrollo suele traer un escenario de mayor progreso y bienestar. Este es un desen-lace alternativo y de menor vulnerabilidad para millones de familias, frente a los colapsos en grandes economías como el que actualmente presenciamos. Así lo evidencia el caso de Brasil, donde las remesas han disminuido porque el vigoroso crecimiento de su economía motiva a sus emigrados a regresar.
Un factor alentador es que, según el Banco Mundial, el peso de las remesas generadas intrarregionalmente está aumentando. Por ejemplo, Bolivia es receptora de remesas de sus países vecinos en el Cono Sur, en tanto que Guatemala y El Salvador se benefician del flujo de recursos que envían sus ciudadanos que trabajan en México. Lo mismo podría señalarse entre Costa Rica y Nicaragua y otros casos más de remesas sur-sur. Esto aminora el riesgo de contagio por las crisis internacionales para muchas familias latinoamericanas.
Aunque nuestro país es un receptor neto de remesas, su impacto macroeconómico es limitado, pues rondaría el 0,5% del PIB en 2011 (unos $200 millones netos), anualizando los datos del Banco Central para los primeros nueve meses de ese año. Sin embargo, es claro que su impacto social es mayor, pues miles de familias podrían caer en la pobreza si no contaran con esos ingresos.
Más allá de la inevitable interdependencia a que conduce la globalización económica, la región debe trabajar más fuertemente en generar condiciones propias para su desarrollo. Eso incluye recursos humanos calificados, climas de negocios competitivos y esquemas subregionales de integración comercial más sólidos, que permitan la libre movilidad de los factores de la producción, entre esos el trabajo, de una manera legal y no en condiciones de explotación. En otras palabras, busquemos que las remesas se conviertan en un indicador de nuevas oportunidades que se aprovechan y no producto de migraciones forzadas por la necesidad.