Una dependencia del Departamento del Tesoro estadounidense se ha convertido en una de las armas más efectivas para el combate internacional del terrorismo, el crimen organizado, la corrupción gubernamental y el narcotráfico. Asimismo, vigila el cumplimiento de las sanciones internacionales impuestas por Estados Unidos, incluidas las establecidas por la ONU.
Siguiendo las pistas de los flujos financieros, en los últimos años esta exitosa dependencia ha desbaratado un sinnúmero de mecanismos monetarios al servicio de Gobiernos, mafias y figuras cuestionables. Sus hallazgos son muchas veces sorprendentes y aventajan los de otras agencias dedicadas a la inteligencia mundial.
El poder que posee el Tesoro en este campo proviene, en gran medida, de las implicaciones que conllevan las designaciones que haga de Gobiernos foráneos, individuos, empresas o agrupaciones en torno a transacciones delictuosas. Las consecuencias incluyen el congelamiento de fondos en bancos y entidades financieras norteamericanas o que, siendo extranjeras, tuviesen operaciones en Estados Unidos.
Dados los alcances globales de los mercados y bancos norteamericanos, serían muy pocas las entidades que se arriesguen a desafiar estas regulaciones, so pena de verse excluidas de continuar realizando negocios internacionales. En virtud de estas facultades, por ejemplo, el Tesoro ha designado a una serie de individuos como agentes del narcotráfico o de agrupaciones terroristas. Así ha ocurrido recientemente con docenas de individuos y compañías que actúan en nombre o beneficio de Hezbolá o Hamás en Latinoamérica, al igual que oficiales venezolanos vinculados con el narcotráfico y con entidades iraníes asociadas al desarrollo nuclear de su país. En todos estos casos, de forma súbita y sin anuncio previo, los implicados han quedado maniatados.
Otro caso reciente ha sido la estatal Petróleos de Venezuela, ubre máxima de la filantropía chavista, debido a sus negocios con Irán. Por cierto, Estados Unidos hace poco incluyó a la petrolera venezolana en la lista de entidades asociadas al terrorismo. No obstante, hay voces crecientes en el Capitolio que insisten en la inclusión total de Venezuela y especialmente del comandante Hugo Chávez en esa infausta nómina.
De manera notoria, las sanciones contra Irán emanadas del Tesoro en Washington le han entrabado a la teocracia su comercio, al punto de impedirle obtener seguros internacionales para sus transacciones externas. Las compañías aseguradoras se niegan a emitir pólizas a las navieras persas e incluso las cruciales exportaciones de petróleo han sufrido un severo revés. Todavía la semana pasada no se había logrado resolver un grave conflicto multimillonario con India, impedida por las sanciones de hacer pagos por el petróleo que importa de Irán.
Irán y al Qaeda. En este sentido, sumamente significativo fue el anuncio formulado el jueves pasado por Washington, mediante el cual denunció formalmente a Irán por la colaboración que le brinda a al Qaeda. De acuerdo con las declaraciones del Tesoro, Teherán tiene un convenio muy activo con esta red terrorista a la cual le permite trasladar, desde territorio iraní y gracias a una vasta operación logística y financiera, combatientes, dineros y armas a sus bases en Afganistán y Pakistán así como a sus afiliados en Irak.
Esta denuncia marca un cambio importante en la postura de la administración de Barack Obama, la cual ahora acusa directamente a Irán de albergar a al Qaeda. Como podemos recordar, la administración de George W. Bush había señalado la existencia de vínculos de Irak e Irán con la red de Osama bin Laden, responsable de los trágicos hechos de setiembre 11 del 2001.
Las denuncias de Bush fueron atacadas duramente por la entonces campaña presidencial demócrata que las juzgó similares y conexas al capítulo de las armas de destrucción masiva que no fueron encontradas en Irak. Tras la victoria electoral de Obama, proliferaron las contradicciones en la nueva administración en torno a esos lazos de al Qaeda, primero con Sadam Husein y luego con Irán.
El anuncio del jueves también acabó con el mito, pregonado por algunos funcionarios en Washington, de que al Qaeda, liderada e integrada por sunitas, no habría de aliarse con la teocracia chiita de Irán. La realidad es que ante un adversario común, ambas vertientes se unen y solidarizan.
Este giro se produce a pesar de que Irán ha intensificado su injerencia en Irak y otros países del área mediante la incitación de los sectores chiitas. Dicha campaña, visible igualmente en Afganistán y Pakistán, ha sido estimulada por el anunciado retiro militar estadounidense de la zona, el que produciría un vacío que Irán ambiciona llenar.
Los acelerados juegos de lealtades y alianzas no es nuevo en Levante y promete darnos sorpresas adicionales en el corto plazo. Al fin de cuentas, no sería la primera vez que conflictos lejanos se diluciden en los corredores de Washington.