Los días 12 y 13 de abril el presidente Obama será anfitrión de la Cumbre sobre Seguridad Nuclear, que reunirá en la capital estadounidense a 44 jefes de Gobierno. Aunque el Departamento de Estado insiste en que esa cumbre no considerará temas de proliferación nuclear, sino tan solo la cooperación y la seguridad de materiales nucleares para prevenir eventuales actos terroristas de ese tipo, es difícil imaginar que la concepción del evento esté desvinculada del peligroso programa nuclear de Irán.
Ciertamente, así lo ven los cabecillas del régimen en Teherán. No en vano la teocracia anunció el domingo, 4 de abril, que está preparando una reunión internacional en la capital iraní, a realizarse apenas 5 días después de la cumbre en Washington D.C., con la supuesta intención de demostrar que quiere tener capacidad nuclear con propósitos pacíficos algo que no se creen ni siquiera sus vecinos árabes. De hecho, hay programadas reuniones, la semana próxima, de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, más Alemania, para definir las sanciones económicas y otras que Obama busca para frenar los afanes nucleares y militaristas de Irán.
Es muy comprensible que Estados Unidos quiera resaltar el peligro que representa la capacidad nuclear en manos de un régimen dictatorial, militarizado y fanáticamente inspirado como el iraní, pero también sorprende que al mismo tiempo haya ignorado por varios años las cabezas de playa que los ayatolas han venido estableciendo en el hemisferio, con la complicidad de Hugo Chávez.
Caracas y Teherán han estado trabajando por años en escalar su peligrosa alianza. Su paso más descarado ha sido firmar un memorándum de entendimiento para cooperar en el campo de la tecnología nuclear, cuyo significado sería no solo que Chávez abastezca a los iraníes con el uranio que su país tiene en la provincia de Bolívar, sino también que Ahmadinejad le transfiera tecnología nuclear al autócrata venezolano. No en vano Venezuela y Cuba fueron los únicos países en votar a favor de Irán en la reunión de gobernadores de la Organización Internacional de Energía Atómica que condenó en el 2009 el programa nuclear iraní.
Evasión de sanciones. El régimen venezolano ha estado ayudando a Teherán a evadir las sanciones internacionales, orientadas precisamente contra su búsqueda de armas nucleares. La movida más descarada fue la creación del mal llamado Banco Internacional de Desarrollo. Este dice ser venezolano pero en realidad todos sus 26 directivos son iraníes y es propiedad en un ciento por ciento del Banco Saderat iraní, sometido a sanciones por el Departamento del Tesoro norteamericano. Y con Chávez actuando de Celestina ante Rafael Correa, los iraníes se han infiltrado también en el sistema bancario ecuatoriano, con una inversión de $120 millones de dólares para, supuestamente, facilitar el comercio entre ambas naciones.
El único detalle es que, aparte del blanqueo de operaciones, nada justifica semejante involucramiento de bancos iraníes en Suramérica. Datos de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (Unctad, por sus siglas en inglés) muestran que Irán ha destinado a países de la región apenas un 0,09% de todas sus exportaciones, alcanzando apenas $76 millones en el 2006, poco más que un error de redondeo contable.
A pesar de esa escasa relación económico-comercial, Chávez ha hecho la friolera de 8 visitas a Irán, en tanto que Ahmadinejad ha abierto 6 nuevas embajadas en la región, incluyendo una en Nicaragua que tiene una cantidad de personal sorprendentemente alta, y también ha hecho repetidas visitas a la zona, centrándose en Venezuela, Cuba, Ecuador, Nicaragua y Bolivia, es decir, en el eje de influencia de Chávez.
Peligro terrorista. El peligro es que los intensos vínculos con los ayatolas también conllevan relaciones con reconocidos grupos terroristas. Por los lazos de Chávez con Irán, abrieron oficinas en Caracas los reconocidos grupos terroristas Hezbollah, que Teherán financia con más de $120 millones anuales, y Hamás, que controla hoy la Franja de Gaza. Las proclividades del presidente venezolano fueron asimismo destapadas por la justicia española que señaló, con amplias pruebas, el padrinazgo chavista de las FARC y ETA.
Ya Irán ha desarrollado acciones terroristas en la región, así que por desgracia el peligro es presente y real. Hezbollah ya causó no uno, sino dos atroces atentados terroristas en Buenos Aires, Argentina: contra la Embajada de Israel en 1992, matando a 29 personas e hiriendo a 242; y contra el edificio de la comunidad judía en esa ciudad, en 1994, causando 86 muertes y 300 personas heridas. La justicia argentina señaló que Hezbollah siguió órdenes emanadas del régimen en Teherán y emitió órdenes de captura contra altos personeros iraníes, incluyendo el actual ministro de Defensa, en un reporte que fue aprobado por Interpol.
Frente a semejante historial de terrorismo en el hemisferio, no solo es evidente la suprema irresponsabilidad de Chávez al facilitar la penetración de Irán y su cortejo terrorista en la región y perseguir actividades conjuntas vinculadas en materia nuclear. Llama también la atención el silencio atronador de los países del continente, que acabarían pagando los platos rotos, así como la curiosa displicencia que Estados Unidos ha mostrado por años en este capítulo, a pesar de que las andanzas perso-venezolanas distan de ser inocuas.