La ronda de elecciones municipales celebradas en Gaza y otras poblaciones palestinas el pasado 5 de mayo, evidenció una vez más la habilidad que el grupo radical Hamás continúa desarrollando en las lides políticas. Si bien los resultados finales de los comicios están aun en discusión, debido a la injerencia de elementos armados del oficialista Fatah en los mayores centros urbanos, el criterio de numerosos observadores es que Hamás ya supera en organización, y posiblemente en votos, a la agrupación gobernante fundada por Arafat.
Lamentablemente, tras un período de relativa tranquilidad, en días recientes ha aumentado la frecuencia de los atentados contra objetivos israelíes. Estos hechos dan sustento a la opinión de que el presidente palestino Mahmoud Abbas, si bien ordenó a sus fuerzas de seguridad detener la violencia contra Israel, se niega enfrentar a Hamás para desarmarlo y eliminar la infraestructura que posee. En otras palabras, Hamás desempeña el papel de partido político pero no renuncia a sus planes apocalípticos contra Israel y, en general, Occidente.
Engañosa modalidad. La escalada de violencia, paralela a la participación en la campaña electoral, refleja la adopción por Hamas de un esquema similar al que asumió décadas antes el Ejército Revolucionario Irlandés (ERI). En 1969, a raíz de una ola de ataques perpetrados por grupos protestantes contra la población católica de Irlanda del Norte, el ERI se reinventó como dos entidades independientes y calificadas entonces de provisionales: el ERI y el Sinn Fein, brazo político del movimiento separatista. Entre tanto, el ERI prosiguió en su ciclo de terror.
Años después surgió la oportunidad de arribar a una paz justa en Irlanda del Norte. El protagonismo del Sinn Fein y las promesas de desarme del ERI fueron clave en asegurar los históricos acuerdos de Belfast, en 1998, que auguraban una reconciliación nacional en paz y democracia. Posteriormente, nuevos brotes de violencia, la evidente duplicidad del Sinn Fein ante esos hechos, sumados a la renuencia del ERI a cumplir el compromiso de deponer las armas, propiciaron el naufragio del pacto y un desencanto general con todo lo que sonara a tratos con terroristas.
Consecuencia de esta decepción ha sido la polarización del electorado y, conexo a ella, el descrédito de los sectores moderados protestantes que apoyaron los arreglos de 1998. No en vano, David Trimble, uno de los gestores del pacto de Belfast y ganador del Premio Nobel de la Paz en reconocimiento a sus esfuerzos, perdió su escaño en las recientes elecciones británicas.
Viejos lazos. El papel del ERI en el terrorismo, local y mundial, definitivamente pesó en la deslegitimación del pacto de Belfast. En particular, la colaboración que el ERI presta a extremistas del Cercano Oriente también ha motivado duras críticas.
Los lazos de los radicales irlandeses con el terrorismo palestino se remontan a las épocas de 1970 y 1980, cuando entrenaban en los campamentos de Libia y Líbano junto a la OLP y núcleos afines. De igual manera, fresca aún la tinta en los acuerdos de 1998, afloraron denuncias de que el ERI adiestraba a palestinos en el uso de explosivos. El perfeccionamiento alcanzado por el ERI en la fabricación de bombas suele dejar huellas indelebles que han permitido reconocer el pedigrí de cada atentado. Parejo a ello, el ERI devino en mentor de la supuesta metamorfosis de Hamás en fuerza política. Algo parecido hizo con Hisbolah que, sin perder su naturaleza terrorista, hoy navega con bandera de agrupación electoral en Líbano.
Vacación en Colombia. Las ramificaciones del ERI son extensas. Los etarras vascos mucho han aprendido de sus colegas irlandeses y un fenómeno similar se perfila con las FARC de Colombia. En agosto del 2001, tres irlandeses fueron detenidos en el aeropuerto de Bogotá cuando intentaban abandonar el país tras permanecer más de un mes en un enclave de las FARC.
La Fiscalía presentó pruebas de que dichos sujetos eran miembros activos del ERI, poseían extensos antecedentes criminales y habían estado en Colombia varias veces para entrenar a las FARC en tácticas de guerrilla urbana y fabricación de bombas. Uno de los acusados resultó ser, además, el representante de Sinn Fein en La Habana donde residía en calidad de empleado del Partido Comunista. Los sujetos alegaron que el motivo de su viaje era una vacación y quisieron aprovechar la estadía para estudiar las negociaciones de paz con el Gobierno. Condenaron a los irlandeses a 4 años de prisión, pero en abril del 2004 un juez les conmutó la pena y ordenó expulsarlos del país.
Una investigación del Comité de Asuntos Internacionales de la Cámara de Representantes norteamericana, documentó ampliamente las actividades del ERI en Colombia y su relación con las FARC. Entre otras cosas, señaló que, de lo que se conoce, no menos de quince integrantes del ERI han visitado a las FARC desde 1998 y recibido el equivalente de US$2 millones en drogas como regalía.
Un estudio posterior de la División de Investigaciones Federales de la Biblioteca del Congreso en Washington, aseveró que, de la mano con el ERI, terroristas del Cercano Oriente se vincularon con las FARC. Concretamente, Hisbolah, Hamás y elementos de al-Qaeda han penetrado en Suramérica. Las implicaciones de esta realidad, que de alguna manera nos acerca a la espiral de violencia en Oriente, son preocupantes.
He ahí los riesgos de hoy. El ERI ha creado una red mundial de franquicias que, en vez de vender hamburguesas o camisas, negocian bombas y asesinatos. Esta embestida no conoce fronteras ni exceptúa nacionalidades, y todos acabamos siendo víctimas.