Se realiza esta semana en Washington una reunión de 40 jefes de Estado africanos con el presidente norteamericano, Barack Obama, y figuras de su administración. El tema central de la cita es la promoción del comercio con Estados Unidos y sus beneficios para los países africanos.
Desde hace 14 años, la AGOA, siglas de una ley que incentiva el intercambio comercial de Estados Unidos con África, ha tenido efectos positivos.
Así, en el 2008, las importaciones norteamericanas amparadas por AGOA alcanzaron $78.000 millones. Sin embargo, la creciente producción petrolera en Estados Unidos ha repercutido con un descenso en la importación de ese rubro. Ya el año pasado, el saldo del comercio importador había caído a $35.000 millones.
Muy distinto ha sido el pronunciado ascenso de las importaciones chinas, que registraron en el 2013 el alentador monto de $88.000 millones, originado principalmente en la adquisición de petróleo en África. Es conocido el interés de Beijing en asegurarse fuentes duraderas de combustible para sus crecientes industrias.
La expansión china es un fenómeno mundial. Hace pocos días, la República Popular otorgó a Venezuela un crédito por $48.000 millones para ser pagado con petróleo de las nuevas y abundantes fuentes de la República Bolivariana.
No sorprende, entonces, el tema central de la cita cumbrera en Washington.
Sin embargo, han resultado insoslayables las preocupaciones que rondan en torno a la propagación global del ébola. Asimismo, pesa en el ambiente de la cita la expansión de los grupos radicales islamistas en África.
Embestida de Boko Haram. Precisamente, Camerún sufre hoy la embestida del temible Boko Haram. Surgido en un remoto poblado de Nigeria bajo la tutela de Al Qaeda, Boko Haram saltó a la luz pública en el 2009, cuando se inició en el próspero negocio de los secuestros utilizando muchas veces como refugio el inexplorado territorio noroccidental de Camerún.
Desde aquel entonces, y posiblemente gratificado por la ausencia de intentos de desalojo por parte de las autoridades, Boko Haram se había abstenido de atacar objetivos en el hospitalario vecino.
Esa fórmula, no obstante, cesó abruptamente hace una semana, cuando unidades armadas de Boko Haram tomaron la vivienda del viceprimer ministro de Camerún, Amadou Ali, y secuestraron a su esposa y a un par de amigos que celebraban el final del ramadán musulmán. Un número pequeño de soldados que resguardaban la casa murieron a manos de los terroristas.
Desde luego, este acto barbárico atrajo la atención internacional. El público ya conocía su reciente golpe en Nigeria, donde secuestraron a cerca de 300 adolescentes que estudiaban en un colegio religioso. Pocos días después, redondearon la cifra con un grupo adicional de 20 niñas.
Paralelamente a estas actividades criminales, Boko Haram ha ganado notoriedad con una serie de plagios de figuras prominentes del mundo empresarial, además de varias monjas católicas, un sacerdote italiano, una familia francesa y hasta trabajadores chinos.
Acciones más firmes. El golpe en Camerún ha generado acciones más firmes de las autoridades locales. Así, el Gobierno despachó un millar de soldados para perseguir a las guerrillas en el noreste del país y se ha incorporado a una alianza de naciones vecinas que han sufrido los golpes de Boko Haram, entre ellas Nigeria, Chad y Níger.
Esta lucha no es fácil. Los terroristas, ocultos en zonas selváticas y hasta en ciudades, evidencian las dificultades y riesgos de combatir a Boko Haram.
Sin embargo, las acciones conjuntas de la alianza son un buen primer paso y merecen el apoyo pleno de Estados Unidos y de Gobiernos de Europa que tienen experiencia en países africanos.
Entre tanto, Camerún no debe cesar en su lucha contra una peste capaz de impactar negativamente las posibles inversiones que, esta semana, se gestan en Washington.