Se discute entre los entendidos sobre el grado de influencia de los debates presidenciales para definir los resultados electorales. Si así fuera, el primero de ellos, realizado el lunes entre Hillary Clinton y Donald Trump, repercutiría eventualmente en las encuestas, sobre todo, entre los indecisos.
Si alguien esperaba un descalabro de grado mayor de alguno de los polemistas, la espera habría sido en vano. Hillary emergió siendo aún la dama por todos conocida, sonriente y a prueba de bala. En cuanto a Trump, ocurrió algo parecido, no obstante los pocos minutos en que intentó presentar una fachada de cortesía y civilidad.
Una vez encarrilados, los postulantes enunciaron su diagnóstico y recetario. Donald pintó una situación desesperante en la que el Nafta y otros tratados generaron una fuga masiva de empleos de Estados Unidos a México y otras naciones beneficiadas con dichos convenios. Recomendó una revisión a fondo de los acuerdos de comercio para frenar el desangre de puestos de trabajo y evitar el ingreso de delincuentes mexicanos.
Hillary replicó con las virtudes de los acuerdos comerciales, y si bien admitió la necesidad de reexaminar algunos aspectos, no habló de nada radical. Los socios de los tratados han florecido en número de empleos y mejores condiciones de vida, afirmó ella, a lo que Trump intercaló en sus múltiples interrupciones que la fuga masiva de puestos de trabajo demandaba imponer impuestos a las importaciones de productos provenientes de los países beneficiarios.
Otro foco de discusión se centró en la tesis trumpista de cobrar por la membrecía de las naciones beneficiarias en los principales acuerdos para su defensa, empezando por la OTAN. Según Trump, no es aceptable que Estados Unidos subsidie la defensa de países tan ricos como Alemania. Hillary ripostó con la inmensa importancia para Washington de dichos tratados para disuadir una agresión soviética, hoy rusa, en Europa.
En uno de los momentos más simpáticos del debate, de los que hubo varios, Trump abordó el tema de los servidores de correos en los dominios de Hillary donde se han manejado indistintamente comunicaciones confidenciales de seguridad nacional y los asuntos privados de Hillary. Ella, en cambio, insistió en las declaraciones de impuestos de Trump, quien a su vez demandó, a cambio, ver los 30.000 correos de Hillary.
En suma, el debate se prestó para ventilar la ropa mojada de uno y otro. Una revisión de las encuestas posdebate señala que en este round ganó Clinton. Veamos qué sucede en los próximos dos de los tres debates.