Con creciente frecuencia, la prensa que acude al Palacio de Miraflores, en Caracas, ha observado a un hombre entrado en años, canoso, con gruesos anteojos, algo desaliñado y de aspecto foráneo, que suele acompañar al presidente Hugo Chávez en sus giras por el interior del país y en algunos viajes al extranjero. Ahí estuvo, al lado de Chávez, en una reciente visita a Manaus para encontrarse con el presidente de Brasil, "Lula" da Silva.
Tanta cercanía sugiere amistad e influencia, confirmadas ampliamente por el mandatario en sus programas dominicales de televisión, "Aló, Presidente", en los que ha invitado al extraño personaje a compartir su sabiduría con el público. Así ocurrió hace poco, en el curso de una entrevista con el ministro cubano Abel Prieto Jiménez: "Hola, Heinz, ¿cómo te va? Dinos lo que piensas, mi amigo filósofo".
Aparte del nombre, la forma de hablar revela el origen del ensalzado huésped. Se trata de Heinz Dieterich, sociólogo alemán radicado en la ciudad de México desde hace treinta años, donde se desempeña como profesor en la Universidad Autónoma. Sus credenciales incluyen una participación activa en varios Comités de Solidaridad con Cuba y los sandinistas.
Dieterich se acercó a Chávez en 1992, cuando el entonces comandante estuvo en la cárcel a raíz del fallido golpe militar. Sin embargo, la amistad se afianzó a partir de la elección de Chávez, en 1998. Lo recomendaba Alí Rodríguez, hoy canciller venezolano, ayer compañero de causa del profesor.
Fidel y Raúl. Con todo, el principal patrocinio para el ingreso de Dieterich al círculo íntimo de Chávez provino de Fidel Castro y su hermano Raúl, con quienes ha mantenido vínculos que anteceden en mucho su relación con el presidente de Venezuela. Estos lazos han sido patentes en la asesoría que el profesor todavía brinda a Raúl en temas estratégicos. También ha recopilado sus diarios y memorias e incluso escribió borradores para una autobiografía del ministro de Defensa y delfín cubano. La familiaridad con Fidel es similar. Castro ha ordenado la publicación y distribución de varios libros de Dieterich cuyas ideas son motivo frecuente de análisis y comentarios en los medios de comunicación oficiales. El grado de aprecio de que goza en La Habana, por si alguna duda cabía, fue manifiesto durante las celebraciones del primero de mayo de 2003, ocasión en que Fidel lo distinguió convidándolo a pronunciar un discurso en la plaza de la Revolución.
Precisamente, un libro de Dieterich sobre Simón Bolívar publicado en Cuba, que Chávez dice haber leído en la cárcel, inspiró su modelo de la Revolución Bolivariana. En realidad, aducen los adversarios de Dieterich, la paternidad del esquema chavista no fue del asesor germano sino del argentino Norberto Ceresole, otro de los ideólogos adoptados por los cultores del golpismo en Latinoamérica. Calificado de neofascista por conocedores y críticos de su obra, había sido consejero de la dictadura militar de Juan Velasco Alvarado, impuesta en Perú en 1968, y también de las juntas castrenses de su país natal hasta finalmente aterrizar en Caracas para incorporarse, con acólitos suramericanos, a los cuadros del chavismo.
Como bien señala la especialista venezolana Miriam Kornblith (Journal of Democracy, Jan. 2005), el proyecto que Chávez denominó la Quinta República fue concebido sobre la tríada caudillo-ejército-pueblo que propugnaba Ceresole para reemplazar las instituciones propias de la democracia. Sin embargo, en la corte chavista el Rasputín porteño debió enfrentar las intrigas de su colega alemán, quien le endilgó el mote de "submarino derechista". Aparentemente, la contraofensiva argentina la tomó Chávez como una afrenta personal y, en 1999, expulsó de Venezuela a Ceresole y su gente.
Guerra con todos. Con la cancha despejada, Dieterich ha podido forjar a sus anchas la doctrina de la Gran Colombia o, mejor dicho, de una Venezuela más grande en la que, según un despacho noticioso cubano, "no hay cabida para Uribe (el presidente de Colombia), Lucio (el presidente de Ecuador) ni ningún otro mandatario inútil y servil que quiera determinar el destino de nuestras naciones". Dieterich también se atribuye el plan denominado Bloque de Poder Regional, dirigido a integrar militarmente a Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay, Venezuela y Cuba. Interpelado con respecto a los prejuicios contra los ejércitos que prevalecen en la zona, respondió: "Antes de pensar en una integración militar en Latinoamérica, cada país deberá pasar por una etapa de maduración." Y, se le preguntó, ¿qué se puede esperar entonces de Brasil, Argentina y el nuevo gobierno uruguayo? A ello contestó: "En la medida en que seriamente crean ser gobiernos populares, deberán radicalizar sus decisiones internas, y entre más radicalicen sus decisiones internas en favor de sus pueblos, más fácil será alcanzar el deseado nivel de integración (militar)".
No menos preocupante resulta su vehemencia al abogar por una "guerra asimétrica", en la que Venezuela deberá luchar contra Estados Unidos "igual que en Iraq o en Vietnam", y para eso necesita armarse hasta los dientes. Lamentablemente, las pesadillas bélicas de Dieterich, tan alejadas de lo que podría esperarse de un análisis racional del contexto estratégico y político del hemisferio, parecieran contar con el beneplácito de la cúpula oficial del hermano país. Trágico sería que, además, las tomara en serio.