Hemos llegado a un punto en que nada, o casi nada, nos sorprenden los pronunciamientos internacionales de Trump. El más reciente en esta serie de ucases presidenciales arrancó la semana pasada y se ha prolongado hasta ahora.
Señalemos de antemano que, cada vez más, las apreciaciones globales de Trump tienden a identificarse con los más prominentes autócratas del mapa estratégico contemporáneo: Putin, Erdogan, Duterte, Kim Jong-un y el general egipcio Sissi. Destaquemos, además, que en Rusia, Turquía, Filipinas y Egipto, Trump posee hoteles y proyectos turísticos.
En este contexto, el ensayo de un misil norcoreano diseñado para alcanzar Estados Unidos tuvo poco éxito pues el cohete explotó al despegar. Este contratiempo se produjo el 22 de abril, al día siguiente de una reunión en la ONU en la que el secretario de Estado norteamericano acusó de guerrerismo a Pionyang. Asimismo, Japón y Corea del Sur se sumaron al pronunciamiento. El lunes, en respuesta, Corea del Norte prometió redoblar sus esfuerzos armamentistas.
En esa tesitura, Trump prometió a Japón y Corea del Sur respaldarlos con sistemas de defensa antimisiles conocidos como THAAD. Poco después manifestó a sus asesores que Seúl debía pagar más por losTHAAD. Los surcoreanos se enteraron y, para tranquilizarlos, el consejero nacional de seguridad, general H.R. McMaster, les aseguró que eso solo sería en caso de una renegociación posterior pues el trato estaba firme. Un invento oportuno y sedativo.
Entretanto, llegaron a oídos de la Casa Blanca las quejas de líderes del sudeste asiático que se sentían abandonados debido a la intensa concentración de Trump en China, Japón y las tensiones con Corea del Norte. Con ese antecedente, Trump se dedicó por entero a comunicarse con mandatarios de la región para reasegurarles el respaldo de Washington si se produjera cualquier agresión norcoreana. Entre los favorecidos por la reiteración de cariño de Trump estaba el presidente filipino Rodrigo Duterte, violador de los derechos humanos.
Duterte, en su conversación con Trump, le confesó su temor de que Corea del Norte llegara a desbordarse y destruyera la zona con bombas atómicas. Acto seguido, Trump lo invitó a visitar la Casa Blanca, un gesto de distinción y amistad para cualquier presidente. Pero no para Duterte, quien en el acto rechazó el convite aduciendo nimiedades. Además, Trump dijo a la prensa que sería una honra para él reunirse con el norcoreano Kim, quien le parecía un “muchachito inteligente”. Y así prosigue la historia.