Baltimore, no hace mucho, era un emporio portuario y floreciente centro industrial y financiero próximo a Washington DC. Sin embargo, el cuadro de prosperidad que presentó durante los 70 y buena parte de los 80, impulsado por la presencia de grandes corporaciones, lentamente se fue apagando. El cierre de las gigantescas plantas donde se fabricaban automóviles, aparatos interestelares y hasta aviones dejaron sin empleo a miles de afroamericanos, hispanos y otros pobladores de las viejas barriadas del área.
Dichosamente, en el caso de Baltimore, al margen de las dolencias generadas por la economía mundial, longevas y prestigiosas instituciones universitarias y hospitalarias han sobrevivido airosas. Por ejemplo, la Universidad Johns Hopkins y su conexo hospital, el mejor del mundo (según publicaciones independientes) han proseguido su camino centenario de excelencia.
Lamentablemente, la expansión del desempleo ha intensificado el mal perenne de la ausencia educativa de menores y adolescentes que devienen en presa fácil de toda suerte de agitadores. Este ángulo es preocupante y queda flotando la interrogante de si los supervisores y autoridades del sistema educativo local han formulado programas especiales para atender explosiones similares.
Recordemos que en comunidades pluriétnicas, como Ferguson, en Misuri, crisis similares se han multiplicado debido a acusaciones de excesos cometidos por la Policía.
Veamos. En el presente capítulo en Baltimore, seis oficiales detuvieron a Freddie Gray en una calle, quien, a su juicio, exhibía un alarmante estado de intoxicación por alcohol. El sospechoso murió poco después de su traslado y la autopsia reveló que había recibido golpes severos en la cabeza. ¿Obra de la Policía? Una interrogante abierta.
La fiscal acusó de homicidio a los agentes involucrados y resolvió apresarlos. Por su parte, la alcaldesa urgió un cese de la violencia callejera. Otras autoridades congregaron a padres y encargados de los menores e instaron poner fin a las manifestaciones. Todo este conjunto de iniciativas condujo, el domingo, a una pacificación del conflicto.
Un signo positivo que destaca en el caso presente ha sido la actuación profesional de altos funcionarios afroamericanos. La alcaldesa de Baltimore y la rectora de la Fiscalía, independientemente, adoptaron medidas para reducir la violencia.
Esta serie de actuaciones, además, ha configurado un manual para autoridades y comunidades en diferentes puntos del país y, por qué no, en el extranjero. Esperamos que genere resultados similares.